domingo, 26 de abril de 2015

Microcuentos


Alguien me dijo alguna vez que tengo la cabeza llena de pájaros ¡Cómo si yo no me hubiera dado cuenta ya!
Y es que sería imposible no darse cuenta. A veces arman un estruendo increíble, alborotan todo y ponen patas arriba mis pensamientos y recuerdos, pían a altas horas de la madrugada y son un verdadero estorbo.
Cuando esto sucede debo calmarlos alimentándolos con alguna locura o imprudencia, una palabra fuera de tono o un pensamiento fantasioso.
Sé que tengo pájaros en la cabeza pero la verdad es que no me preocupa, son bonitos y me hacen compañía en las horas bajas. Así que cuando alguien me dice eso le respondo con una mirada de lástima ¡Debe ser tan triste tener la cabeza vacía!
Así que yo cuido y mimo a mis pájaros y de vez en cuando los dejo salir para que estiren las alas. A veces tengo miedo de que se vayan y no regresen pero sé que esto debe ser así.
Porque los pájaros en mi cabeza tampoco quieren jaulas y deben ser libres para volar.


 
 
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Hace mucho tiempo los pingüinos fueron pájaros con alas de vivos colores que volaban en el cielo de la Antártida. Pero un día el frío viento del sur les robó sus alas para hacerse un abrigo de plumas y ahora visten luto por su libertad perdida.
 
 
 

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