Aquel lobo seguía aullando
aunque sabía que ya no quedaba nadie que pudiera escucharle.
Porque de los bosques sólo quedaban tocones de árboles talados,
su manada había abandonado hacía tiempo
y había perdido incluso a su querida Luna
entre nubes con olor de contaminación.
Así que ahora aullaba a la ciudad,
a fin de cuentas era más brillante que su antigua Luna...
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