domingo, 6 de diciembre de 2015

Icarus

Me despierto cuando el primer rayo de luz roza mis párpados y me desperezo sobre el banco del parque. Una mañana igual a muchas otras de las que he vivido desde hace miles de años...
Lo primero que hago al despertarme es mirar hacia el Sol Noto su luz y calor como si estuviera a centímetros, igual que cuando quemó mis alas de cera... Hace tanto tiempo y aún así lo recuerdo como si fuera ayer.
Mientras me desperezo noto una mirada clavada en la nuca, una mujer mayor que me observa entre preocupada y con lástima, mirando a un pobre hombre que vive en la calle.
Le doy la espalda y sigo mi camino, no sirve de nada tratar de explicarse. Ya lo intenté y no me creyeron, me tomaron por loco, intentaron encerrarme...Y yo huí. Igual que llevo haciendo toda mi larga vida, sólo fui realmente libre volando durante unos minutos y sigo buscando esa sensación. Ni siquiera soy capaz de estar dentro de un lugar donde no pueda sentir el Sol.
Salgo del parque a una ancha calle de una gran ciudad cualquiera, en cualquier lugar del mundo. Antes cada lugar era distinto, ahora todos se parecen. El mundo es un gran laberinto de Creta del que la gente quiere escapar sin saber a dónde, por eso construyen esos edificios tan altos.
Ellos también quieren llegar al Sol sólo que todavía no se han dado cuenta. Y yo, que hace mucho tiempo pensé que había logrado escapar sigo siendo un prisionero, sólo que ahora la jaula es más grande.
Camino por la calle y noto que atraigo miradas curiosas, mi pelo es del color del fuego desde que ardió y mi piel todavía tiene el brillo de la cera derretida que corrió por ella y de la que nunca pude deshacerme del todo.
Me pregunto si alguna de esas personas llegará a figurarse quién soy yo realmente... Y lo dudo mucho, ahora nadie recuerda las historias ni cree en los antiguos Dioses...
Pero a pesar de todo siguen creyendo en sus mentiras, siguen creyendo que caí y que fui derrotado ¡Pobres idiotas!
Claro que caí, y la caída fue dolorosa, pero Ellos, a pesar de ser dioses, no consiguieron que me arrepintiera.
No consiguieron doblegarme.
Porque sigo amando al Sol a pesar de que derritiera mis alas, porque ese calor prendió la luz en mi cuerpo y una llama en mi corazón e incluso ahora que Ellos han sido olvidados en su trono de nubes y tal vez ya ni existan esa llama sigue ardiendo.
Y por eso se que volveré a volar de nuevo.
Los mismos Dioses que intentaron cortarme las alas me despertaron realmente al caer... Es cierto que mi primer vuelo fue una estupidez, la imprudencia de un soñador, pero el segundo será un acto de rebeldía y una liberación por fin.
Será el desafío final y esta vez no podrán hacer nada. Porque ya ni siquiera necesitaré alas de cera, tengo el fuego dentro de mí y algún día podré elevarme como humo ardiente y flotar. Podré subir rozando esos rascacielos que ni siquiera consiguen acercarse al Sol y gritar y reírme desde lo alto de esta ciudad.
Tal vez así despierten y comprendan que ellos tampoco están atados a la tierra.
Sólo con saber que algún día llegará ese momento yo soy feliz.
Sonrío y comienzo a andar con más fuerza, siempre hacia el oeste. Siguiendo al Sol.

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