lunes, 18 de mayo de 2015

Más allá del cristal


Dio otra vuelta entre las blancas sábanas, intentando encontrar una mejor posición en el colchón pero demasiados pensamientos incómodos aguijonearon su conciencia, impidiéndole dormir.
Se levantó y se acercó a la estrecha ventana. La abrió apenas unos centímetros, lo máximo que sabía que podría hacer ceder los goznes, y una ligera brizna de aire se coló por la hendidura, refrescando su piel ardiente. Miró a través del cristal hacia las luces del exterior y la acera lejana desde su décimo piso.
Y entonces la vio.
Apenas una silueta delineada entre las sombras de la noche. Llevaba puesto un suave vestido que flotaba a su alrededor con la fría brisa, pero ella parecía inmune al frío... Su pelo, de un extraño color cobrizo, caía en una cascada de bucles por su espalda, como si de una segunda piel se tratara.
Él notó que el aire, antes refrescante, le quemaba súbitamente la garganta y gruesas gotas de sudor resbalaron por su espalda.
Se acercó todavía más a la ventana a pesar del calor y empujó el cristal, casi con desesperación... Necesitaba estar cerca de ella con una intensidad que casi le asustaba, exactamente igual que las otras veces. No recordaba exactamente cuándo era la última vez que la había visto antes de que ellos les apartaran...pero hasta ese momento había pensado que no volvería a verla.
Pero tal como lo suponía el cristal no cedió ni un milímetro. Se dejó caer rendido contra la ventana mientras recordaba todas las veces que había intentado escapar de allí y el frío del vidrio refrescó su piel, haciendo que volviera la poca lucidez que le quedaba y provocándole un escalofrío por el frescor o por un extraño miedo.
Se dio la vuelta como hipnotizado y miró con desesperación hacia esa ventana que se había convertido en su cárcel. Sin pensar en nada arrastró su cama con fuerzas desconocidas hasta ponerla delante de la puerta, no pensaba permitir que ellos interrumpieran ese momento.

Esta vez no...

Cogió una silla y arremetió contra el cristal con las fuerzas de su rabia, el cristal comenzó a ceder y se formaron pequeñas grietas, extendiéndose como telarañas.
Entonces la vio.
Frente a frente, su largo pelo flotaba a su alrededor como una aureola, tenía los ojos azules como piedras preciosas y le miraba con una media sonrisa, llamándole sin tan siquiera hacer un gesto. Una pequeña porción de su cerebro, la única que conservaba algo de lógica fue consciente de que la joven se encontraba flotando en el aire a varios metros de altura, pero él la ignoró.
Un golpe más...y el cristal saltó por los aires.
Ahora la tenía allí, a apenas unos pasos, tan perfecta que ni siquiera podía ser real...
Pero no le importó.
Sacó medio cuerpo a través del cristal roto, tambaleándose al borde del abismo y enredó sus dedos en el pelo de ella, tan suave como la seda, acarició su piel y se sorprendió al encontrarla fría como el hielo, tan fría que pareció quemar sus manos.

Seguía estando demasiado lejos y sin pensar un segundo subió a la ventana, apoyando los pies sobre el marco y clavándose las esquirlas de cristal, aunque ni siquiera llegó a sentir el dolor cuando vio su sonrisa.
Sus labios se fundieron en un beso y el no pudo dejar de acariciar aquella piel suave pero tan fría, sintió como los brazos de ella se enlazaban con fuerza en su espalda mientras en sus pies se clavaban esquirlas de cristal frío pero casi ni le importó. Si se apartaba de ella un solo instante sentía que la sed le abrasaría.
Sus labios se separaron y sintió que ella se alejaba, solo pudo retener sus manos un segundo y sintió el dolor en sus ojos.
No soportaba que ella estuviera triste.
Saltó.
Sus pies dejaron de tocar la seguridad de su habitación para no tocar nada en absoluto, suspendido en el abismo y sostenido por sus brazos.
Se fundieron como si no hubiera diferencia entre sus cuerpos, totalmente entrelazados.
Él, en mitad de aquel placer, notó algo extraño, el pelo de ella ya no parecía suave entre sus dedos sino áspero como lija y cuando abrió los ojos los suyos le devolvieron otra mirada, esos labios perfectos encogidos en una mueca.
Él la reconoció porque ya la había visto antes, muchas veces...y también recordó porqué estaba allí. En un último segundo lo comprendió todo y por primera vez tuvo miedo, pero ya no había marcha atrás.
Ella se lo quitó de encima con una risotada seca, apartándolo de su cuerpo y sujetando solo sus manos con las de ella, con fuerza sobre el abismo y sonriendo mientras él la miraba, suplicante.
Entonces con una mirada burlona le soltó y él ya no pudo oír nada más que su risotada seca mientras caía...

***

Oyeron los ruidos y después los gritos pero no consiguieron echar la puerta abajo hasta casi una hora más tarde, en ese momento ya sabían lo que se iban a encontrar pero no pudieron evitar horrorizarse.
Voces asustadas que venían del pasillo y otras más calmadas que intentaban mantener la profesionalidad.
Cuando echaron la puerta abajo las voces enmudecieron de pronto. Entraron en la habitación tres hombres con batas de medico.
"Pero ¿Cómo es posible? Parecía que estaba casi recuperado..." el más joven miró a su alrededor con los ojos desorbitados: la ventana rota, los cristales manchados de sangre, los primeros rayos de un amanecer gris sucio que alumbraban un cuerpo caído diez pisos más abajo, como una marioneta rota...
Otro de los hombres con batas, más mayor, miró al anterior con una triste sonrisa "una recaída...ya no hay nada que se pueda hacer...
La locura le  ha vencido.

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